El ventrílocuo llega solo, se presenta solo, actúa solo y, desde luego, habla solo. Sin embargo, cuando él está en escena, una multitud de seres nos acompaña y las cosas, hasta las más insignificantes, toman la palabra. Es entonces cuando ocurre el milagro y el ventrílocuo, haciendo de su soledad virtud, nos transporta a un universo donde la imaginación y la risa se aúnan para hacer las delicias de los espectadores.